¿El algoritmo de las redes sociales nos pueden decir que pensar?
Fuente: Natiuska Traña
Las redes sociales vienen a evidenciar a la distancia de un celular todos los problemas sociales que hemos tenido desde la creación de la humanidad, el chisme, la crítica, el bullying, la poca aceptación de opiniones distintas…
Bajo la tesis anterior, no es extraño que las personas prefieran “fake news” y teorías de la conspiración, porque la verdad es aburrida y no vende. En el mundo del consumismo actual, lo que importa es vender y causar efecto en las personas para que mantengan una posición con o sin fundamento.
Las redes sociales no solo se han convertido en un nicho donde me conecto con los que piensan igual que yo, porque sí; esos que vemos en el “news feed”, son los que piensan y gustan de forma similar a nosotros, los demás están escondidos. Sino que también cada like y visualización nos ofrece productos o servicios relacionados con nuestro gusto o nos dirigen a opciones “que nos podrían gustar” según nuestra actividad y entre más horas de conexión más información se recopila para conocernos más.
Sí, las redes sociales buscan conocer todos esos secretos que nadie más que usted y los ingenieros detrás conocen con el algoritmo programado.
No obstante, esta inclinación o este gusto por la información falsa, la polarización, los complejos y todo lo que podemos achacarle a las redes sociales siempre ha estado ahí, lo que pasa es que ahora tenemos un medio de alcance mundial que comparte información en segundos.
La Universidad de Princeton realizó un experimento para probar si era posible que personas con creencias arraigadas pudieran cambiarlas al estar expuestas a información contraria. El estudio vino a confirmar que generalmente nos movemos bajo el “sesgo confirmatorio”, esto significa, que cada cual cree lo que quiere creer.
Para este experimento se escogieron participantes con opiniones fuertes a favor y en contra de la pena de muerte, y se les mostró según el caso información para su abolición o para perpetrarla. Dependiendo de la persona, esta información se asumió como denegatoria o confirmatoria y los resultados demostraron que no importaba mucho la evidencia a la que se expusieron las personas, al final lo que importaba eran las creencias. Las cuales se reafirmaron para cada caso, independientemente de que los sujetos experimentales, estuvieran expuestos a información completamente distinta. Este experimento nos hace preguntar ¿Las redes sociales nos obligan a pensar de una manera? O por el contrario ¿Las redes sociales nos encapsulan en nuestras creencias?