¿Cuáles son los beneficios de la “Big Data” en la política?
Fuente: Juan Carlos Sánchez de la Fuente
La pandemia de la COVID-19 ha puesto de manifiesto que la Administración Pública todavía tiene un largo camino por recorrer en materia de digitalización. La disparidad de cifras, metodologías y procedimientos de monitorización, rastreo y contabilidad de infectados, fallecidos y focos de contagio, entre las comunidades autónomas y el Gobierno, refleja que el sector público necesita infraestructuras robustas de gestión de la información para tomar decisiones fiables y basadas en datos.
La evidencia científica indica que conviviremos con el virus durante meses, posiblemente años. La sociedad se está adaptando a esta nueva forma de vida y la respuesta de los gobiernos evolucionará de forma natural. La tecnología debe jugar un papel facilitador en el desarrollo y creación de este nuevo escenario.
La experiencia ha demostrado que las herramientas digitales avanzadas, tanto en el sector público como en el privado, agilizan la gestión de conflictos de muy distinta naturaleza. La tecnología mejora la predicción y la monitorización de los contagios y ayuda a detectar patrones o síntomas entre los afectados. Es importante disponer de una gestión eficiente de los datos que permita anticipar la respuesta en tiempo real ante potenciales problemas.
La transformación digital mediante plataformas de datos que permitan un enfoque de arquitectura híbrido y multi-nube, permitiendo el análisis y gestión completa del dato, flexible, fácil, rápido y seguro, es uno de los procesos que más favorecería la gestión de la información por parte de la Administración gubernamental.
Esta mejora en términos de eficiencia y capacidad de respuesta ha generado importantes ganancias en seguridad y privacidad para las instituciones que la han puesto en práctica. La gestión de datos en la nube es una herramienta muy útil para detectar anomalías y fraude, y las arquitecturas multi-nube refuerzan la seguridad de la información (tanto, que las instituciones de algunos países se ven forzadas a utilizar ambos tipos de nube -pública y privada- para almacenamiento y gestión).
La implementación de este tipo de soluciones tanto en infraestructura dedicada, como en nube pública o privada, permite lograr una mayor agilidad en los procesos y hace aflorar sinergias entre las partes que trabajan y analizan datos de perfil similar. Estas virtudes resultan clave para procesos como, por ejemplo, la integración y comparativa en términos homogéneos de los positivos por test PCR en las distintas comunidades autónomas.
Más allá de la gestión de la pandemia, hay más áreas en las que el uso de los datos puede optimizar el trabajo de la Administración. La gestión de datos en la nube ya se está utilizando para rastrear éste y otros virus en hospitales y ciudades enteras, y también para saber en qué zonas geográficas hay que asignar más recursos, ya sea para hospitales, educación o transporte, entre otros.
Los casos de uso y sus aplicaciones pueden ser infinitos, y así es como esperamos que sea: la creación de las ciudades inteligentes, hacia las que cada vez tenderemos más, debe ciertamente basarse en el análisis de datos en tiempo real para dar respuestas inmediatas a las necesidades de sus ciudadanos. En resumen, el análisis permite una mejor gestión de los recursos para que las comunidades sean más ágiles en la respuesta, pero también más sostenibles.
En cualquier caso, los principales beneficiados de la implementación de estas tecnologías serán los ciudadanos que, volviendo al tema que nos ocupa, tendrán mayor certeza de la evolución del virus y de los casos de contagio reales, así como una mayor confianza en la gestión. Tanto en su ciudad, provincia o comunidad, como en el conjunto del país. Este avance en la calidad y fiabilidad de la información debería repercutir también en un mejor comportamiento social y, deseablemente, en una mayor concienciación. Todo ello permitirá una mejor y más rápida capacidad de respuesta. En definitiva, una buena gestión de los datos proporcionaría certidumbre ante el escenario incierto que se nos plantea.